Roberto Arlt. Una mirada social sobre su narrativa por Zulma Ester Prina.
Ventanita de entrada, con recuerdos personales
Entre 1956 y 1960 recorrí mis cinco años del bachillerato en el
colegio que, enclavado en el ángulo de las calles El Salvador y
Humboldt, barrio de Palermo, se conoce como «el Avellaneda».
En aquella época la literatura argentina que se intentaba enseñar
en las aulas solía concluir en Leopoldo Lugones, que había
muerto en 1938. Y poco o nada se hablaba de Jorge Luis Borges
o de Roberto Arlt.
Al margen de la rutina escolar, yo dedicaba la mayor parte de
mi tiempo libre a leer —instintiva y caóticamente— la mayor
cantidad posible de textos literarios.
Un buen día cayó en mis manos el volumen número 31 de la
Biblioteca Contemporánea (Editorial Losada): El juguete rabioso.
Empecé a leer la novela y ya no pude abandonarla: literalmente,
me la devoré en pocas horas.
(Dicen los hombres dignos de fe que las comparaciones son
odiosas, y posiblemente lo sean. Pero, por obligaciones escolares,
yo había tenido que leer la Misericordia de Pérez Galdós y el
Pago Chico de Payró, y estas obras —marmóreas, plúmbeas,
graníticas, sin sorpresas, sin cambios de ritmo: así me parecieron
entonces, y nunca quise releerlas— funcionaron, con sus
raudales de aburrimiento y medianía, como adecuado contraste
negativo en comparación con la fluidez y las ricas peripecias
del Juguete de Arlt.)
No mucho tiempo más tarde adquirí los tres tomos de Novelas
completas y cuentos, publicados por la Compañía General Fabril
Editora en 1963, con «Prólogo» de Mirta Arlt.
En suma: he leído todas las novelas y —creo— todos los cuentos
de Roberto Arlt; he leído unas cuantas (no todas) de sus Aguafuertes
porteñas; he leído (aunque no aplaudido) sus obras teatrales
Saverio el Cruel y Trescientos millones… En algunos momentos,
y en virtud de la atracción ejercida sobre mí, he publicado más
de un artículo sobre ciertos aspectos de su narrativa…
Desde luego, y como ocurre con todos los escritores que en el
mundo han sido, por la obra de Roberto Arlt discurren virtudes
y defectos. Pero, sobrevolándolos, existe, valor supremo, lo
que podríamos denominar irresistible fuerza narrativa: sus textos
pueden poseer diversos grados de calidad literaria, es verdad,
pero jamás presentan el menor atisbo de aburrir al lector. Esa
fuerza narrativa nos obliga a continuar leyendo, según aquel
imperativo hedónico que musita en nuestros oídos: «¿Qué va a
ocurrir a continuación?».
Es innecesario agregar que los méritos, las resonancias, las
influencias van mucho más lejos que el placer que nos causa la
lectura de los textos de Arlt. De estas centralidades, lateralidades
y profundidades, en este caso priorizando el aspecto social de
su narrativa (que, inseparable, se relaciona, como los hilos de
una urdimbre, con todas las demás realidades de su obra), se
han ocupado, en el presente volumen, la perspicacia y el fervor
de Zulma Prina.
Cerremos aquí esta pequeña ventana cuyo propósito fue espiar
un poquito dentro del libro, y abramos las amplias puertas al
trabajo de Zulma, quien, con sus fundamentados argumentos
y meditadas razones, desarrollará su mirada social sobre la
atrapante narrativa de nuestro amigo Roberto Arlt.
FERNANDO SORRENTINO
Martínez (Bs. As.), febrero de 2018